Sin duda alguna la cerámica es un elemento clave en la personalización de cualquier espacio. De hecho, arquitectos y diseñadores recurren a ella como material protagonista en los pavimentos y revestimientos de sus construcciones. Pero ¿qué tiene que gusta tanto?
En primer lugar, su durabilidad ya que resiste estoicamente el paso del tiempo, el desgaste y las inclemencias meteorológicas más severas. A ello se añade su versatilidad en cuanto que es capaz de reproducir todo tipo de diseños, formatos, calidades, acabados, tonalidades y tamaños. Es decir, toda exigencia puede ser sobradamente atendida sin excepciones. En este sentido, precisamente, cabe destacar su capacidad para imitar a la perfección materiales como mármol, cemento o madera, lo cual amplía su campo de acción de manera notable.
La calidad es indiscutible y la sencillez de mantenimiento también. No requiere ninguna atención especial ni productos específicos más allá de los habituales y de una limpieza regular. Es además antideslizante y totalmente higiénica por lo que constituye la solución ideal para espacios especialmente expuestos a la suciedad o susceptibles de sufrir humedades. Y, por último pero no por ello menos importante, resulta una alternativa de muy fácil instalación.
Hablamos, por tanto de un material versátil, de fuertes prestaciones creativas, gran adaptabilidad y con un universo infinito de posibilidades. Es decir, la cerámica puede hacer realidad prácticamente cualquier deseo (siempre que tenga que ver con la construcción de espacios y creación de ambientes!).
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